Historias de la Amazonía Boliviana. Los seres de Luz

El mundo moderno que pareciera tan vasto y amplio comienza a percibirse como una realidad limitada, un universo finito, enmarcado, cuando se comienza a conocer la Amazonía. Como si el bosque amazónico fuera el mundo, y la modernidad, con todas sus ciudades, programas de televisión, músicos populares y demás, cupieran en el marco de una televisión. Así también le sucede a la percepción de la realidad, de la física, de lo que es posible e imposible. El bosque amazónico es un mar casi infinito de vida, lleno de historias, de misterios, de experiencias que desafían la lógica y la razón, y que comprueban que lo desconocido aún existe. Aquí la vida evoluciona más rápido de lo que la ciencia moderna puede registrar, la vida es aún más fuerte y vasta que la estéril realidad colonizadora y destructiva del humano moderno. Es un libro por escribir que jamás será terminado, donde los autores son páginas sujetos a que la insondable vida amazónica escriba en sus vidas incontables historias llenas de belleza.


David Dávila es un personaje que hace esta historia aún más interesante y creíble.  David está lejos de ser una persona crédula e ingenua, muy por lo contrario busca ser científico y razonable. Pero en su vida pululan las experiencias paranormales, de las cuales él no encuentra explicación lógica alguna.

—A mí me suceden cosas, yo les llamo ilusiones ópticas—  me comenzó a contar algunas de sus historias mientras cenábamos huevos de tortuga, en el poblado amazónico de Ixiamas.

—Una vez estaba sentado en la oficina, en un día normal, y entró un señor alto, blanco, con un maletín. Lo miré, le dije que pase, que se sentara. Comencé a charlar con él, mientras terminaba lo que estaba haciendo. Terminé y alcé la vista para ver nuevamente al señor, pero ya no estaba. Me levanté, salí de la oficina para ver a donde se había ido, y no vi nada. Pregunté a  mi compañero en el cuarto de al lado si había visto el señor con el que estaba hablando. —no, no he visto a nadie don David. Yo lo escuché a usted hablando con alguien, pero pensé que estaba hablando por el celular— Ahh, ya entendí lo que había pasado— remarcó David.

—No me dejo sorprender— Me miraba David, y quitaba la mirada, denotando que se trataba de algo misterioso y delicado, algo de lo que no se puede hablar con plena confianza. —Hay personas que se dejan sorprender, que se asustan con estas cosas. Pero yo no, trato de no darles bola—. 

Esa noche charlamos de varias cosas, entre las cuales me contó esta historia y partes de su vida. Pero la historia más increíble nos la contó meses atrás, en el mes de mayo del 2013, cuando realizábamos una expedición dentro de la selva en el territorio de la reserva comunitaria Candelaria Madidi Ecológico, para la filmación de un documental.

Entrar al monte en grupo es una buena oportunidad para contar historias, para conocer más íntimamente a las personas. El bosque no permite que los que se adentran en grupos porten mascaras. Son momentos en que no dan ganas de mantener imágenes, por lo contrario dan ganas de compartir los sentimientos, las experiencias íntimas personales, de darse a conocer.

La segunda noche de la expedición, nos juntamos junto al fuego, la charla comenzó y pronto giró alrededor de lo desconocido y misterioso. Cuando llegó el turno de David, contó su historia.

—Lo que les voy a contar hay veces que digo que fue un sueño, o soy cuidadoso cuando lo cuento porque es muy fácil pensar que se está loco, así que para no tener problemas digo que fue un sueño, y bueno lo fue. Pasó cuando era niño, en ese entonces vivía todavía en Emero. Emero en ese entonces era el último poblado, no  existían los tigres, éramos los últimos— Los tigres se refiere a la comunidad de el tigre, que se asentó hace unos 25 años. Como relata David, Emero en ese entonces era la última comunidad, la más adentrada en la selva. Ubicada en los pies de la serranía, cercano al punto más biodiverso de la región. David continuó relatando.

—Una noche salí afuera y vi unas luces detrás del cerro. Eran tres, todas juntas. Me quedé mirando y noté que comenzaban a acercarse. Estaba yo solo y comencé a sentir mucho miedo. Entré a la casa por el rifle—
—¿Por el rifle?— le pregunté yo, extrañado de su reacción, insinuando que no era la correcta.

—Si pues, yo sentía miedo, no sabía que hacer— David reía al decir. Nuestro silencio permitió que continuara. —Las luces se acercaban, y venían directo a mí. Eran luces brillantes, de color blanco. Dentro de ellas había personas. No eran naves, eran personas, que flotaban, dentro de la luz. Se pararon hasta mí, y se quedaron ahí. Yo les apunté, de miedo, les apunté con el rifle—

Yo le interrumpí —sabías que los seres de luz son bellos, la gente piensa que los seres más avanzados son como los aliens que vemos en las películas, feos, de ojos grandes. Pero en realidad los seres que son más avanzados son seres bellos, esa es la manera de saber. De hecho nosotros los seres humanos somos seres bastante avanzados—

—Sí— contestó mientras miraba hacia arriba, recordando. —Eran seres bellos. De entre los tres había una mujer— pausó  —es la mujer más hermosa que jamás he visto— David me miró y continuó su relato —entonces ellos—
—¡¿les disparaste?!—  lo interrumpí nuevamente. No quise decir nada, cuando el me miró en ese instante me dio a entender que lo que seguía era bueno, y que nada trágico había pasado.

—Entonces sentí como si en ese instante ellos hubieran doblado— pausó, pensando en la palabra que yo completé —el tiempo—.  —Sí, como que doblaron el tiempo. Me levanté, estaba tirado en el suelo, con el rifle en la mano y el dedo en el gatillo. Sentía como si todo eso lo hubiera soñado— hubo una breve pausa —Cuando me preguntan yo digo que lo soñé, porque ya sabes, luego piensan que uno está loco— bajó el tono de voz para decir lo siguiente —pero yo sé que no lo soñé—


Esta historia en peculiar de David, fue una clara señal para mí de que había llegado al lugar correcto. De que estos seres existen aquí, y de que ellos han hecho ya el intento de contactarse. Es cuestión de estar preparados, limpios, purificados, especialmente del miedo y de la ignorancia. Entonces tendremos que llevar a David al monte como carnada y esperar que vengan para hablar con ellos. 

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