El Libidinoso que Fundó la Senda Verde


No se equivoquen, no es un humano, es un animal, un mono capuchino para ser más precisos. Y es que no se trata siempre de humanos, ni son los humanos los que siempre hacen todo, no señor, los animalitos también hacen de lo suyo, son muy astutos y poderosos, místicos diría yo. 


Y es que si lo vemos desde la mística, una muy real, pues fue Ciruelo, el mono capuchino, el alfa de la senda que efectivamente lo comenzó todo. Según me cuentan, él fue el primer animalito silvestre en llegar a La Senda Verde, un lugar en los yungas en donde en aquel entonces Vicky y Marcelo construían su hogar, su granja y su proyecto de turismo.

Pero Ciruelo llegó y se encargó de cambiar la perspectiva y la vocación de sus nuevos padres adoptivos. “La Senda Verde siempre ha sido un lugar donde llegan los animales” nos cuenta Vicky refiriéndose a que al lugar siempre llegaban aves silvestres de todo tipo, desde antes de que llegaran animales adoptados. Así que la mística también la tiene el lugar; aunque me gustaría darle crédito al Ciruelo.

¿Por qué libidinoso? Pues ese era el nombre científico de ésta especie de monos nativos de las selvas amazónicas, Cebus Libidinosus, que ahora se ha dividido en varias nuevas especies con diferentes nombres. No me parece nada desatinado el antiguo nombre, el mono es muy libidinoso. Antes de conocerle en  el Madidi en su estado y hábitat natural, no me imaginaba que los monos fueran libidinosos, así de libidinosos.

Uno tiende a pensar que en la naturaleza todo es natural y la cultura moderna impulsada por la religión nos hace creer que la libido aumentada y estrictamente hedonista (que no es para reproducirse) pues no es muy natural. Falta entrar en la naturaleza para descubrir lo contrario. Los capuchinos no solo buscan aparearse para procrearse, sino que lo buscan por placer y por poder.
Qué fortuna tengo de poder contarles algo que no he logrado leer en ninguna publicación biológica, libro de ciencia, o he visto en ningún documental. Se trata de algo que vi con mis propios ojos en el Madidi con la ayuda de guías indígenas Tacanas.

Los Capuchinos suelen acompañar, un par de machos, a las tropas de monos Chichilos, o monos ardilla, parientes cercanos de los libidinosos. Más pequeños, los Chichilos se benefician de la aguda vista y mejor capacidad de defensa con la que cuentan los Capuchinos, o localmente conocidos como silbadores (sí, porque silban).

La compañía no es gratuita, los Capuchinos se recompensan violando a las Chichilas. Así es, no están muy contentas, son muy pequeñas en comparación con los silbadores y pues parece que les duele. Gritan y todo. El silbador cruza fronteras de la libido sexual que ni siquiera la mayoría de los humanos está dispuesto a cruzar: se satisface sexualmente con animales de otras especies; el Ciruelo es prueba fehaciente.

Para el ciruelo no bastaron los chichilos, al parecer, fuera de su estado natural puede adquirir muchos gustos. Ciruelo se encargó de hacer conocer la fama de la especie dentro de un contexto propio de la granja. Comenzó montando encima a todo animal que podía: cabras, perros, gatos, llamas y hasta otros humanos. Hasta aquí no era tan sexual el asunto, se trataba de poner en claro que él era el macho alfa, lo cual ha sido y sigue siendo hasta la fecha (ahora con los más de 70 monos capuchinos fieles a su tribu).

Pero sí llegó el día en que construir una jaula para ciruelo se convertiría en un proyecto con prioridad: Había violado a la gata. La libidinosidad de los capuchinos no creo que sea algo cuestionable para los cofundadores de la senda, Vicky y Marcelo, ni para aquél o aquella que conozca bien a los monos Capuchinos; peor aún si se trata del macho alfa.

Prueba son éstas historias y prueba es que actualmente en La Senda Verde las mujeres (humanas) no están permitidas dentro de la jaula de los capuchinos; o quizá esto último no tenga tanto que ver con la libidinosidad y sea más por una cuestión de seguridad general porque, los capuchinos son fuertes, ágiles, inteligentes y tienen unos colmillos filosos con los que te pueden hacer daño, ¡seriamente!  Así que, pues mejor evitar conflicto ¿Son las chicas las que lo provocan?

Bueno es que me queden dudas, me obliga a querer volver a la senda y descubrir más, observar y convivir más con éstas criaturas que nos tienen mucho que enseñar. Lo poco que conozco (en relación a lo que hay para conocer, no con lo que la mayoría conoce) de éstos animalitos me ayuda mucho a conocerme a mí y al mundo natural… el verdadero mundo, no aquel moderno de carros y smog. Lo curioso es que no he sido yo el que buscó y encontró a estos animalitos. En la selva, nos cruzamos el camino; en La Senda, ellos me buscaron para ayudarles a cumplir su misión.

Los 70 Capuchinos y 700 animales que viven en la Senda Verde tienen una misión, estoy seguro que ellos lo saben. Bolivia es un país con un privilegio único del que pocos países gozan, que es tener cantidad y variedad de bosques megadiversos. Pero el país carga también con una condena que debemos levantar. Se trata de la corrupción que corroe las estructuras metálicas del cáncer humano moderno que engulle y reemplaza el mundo natural. Bolivia carga con la condena moderna de perder sus bosques a un ritmo ganador de premio mundial.

Los animalitos son víctimas de ésta guerra, los que sobreviven llegan a La Senda y se lo quieren contar al mundo. Quieren que estén informados, pues esperan que los bolivianos y habitantes del mundo entero descubramos que es posible, a pesar de requiera de lo milagroso, sanar ésta enfermedad y detener la destrucción de la vida. Los animalitos nos pueden guiar; comenzar a respetar sus vidas puede ser un principio fundamental para un futuro y una sociedad más sana, así que algún mecanismo debemos desarrollar para detener la destrucción de hábitat y el tráfico de especies.

No es hablar de poco, pero veo un camino. Ese camino es verde y se llama La Senda Verde. Aquél lugar en Yolosa donde llegó alguna vez un libidinoso llamado Ciruelo que lo comenzó todo. No dudo que su libidinosidad, su deseo de copular con otras hembras de su especie y no de su especie (ay ciruelito), haya influido en que continuaran llegando compañeras con quien compartir su ahora feliz aventura.

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