El Destilado de la Vida


No es tan moderno el destilado, es más bien ya algo antiguo. De la pluralidad y diversidad de seres creadores y sagrados, en algún momento, el espíritu de la nada, destiló al dios único. No podía ser andrógino, no, tenía que ser hombre, porque si fuera mujer, se relacionaría con lo divino de la tierra, con la fertilidad, que es pluralidad, abundancia, diversidad. Así que era varón, era del cielo e invisible. Así nos robaría la vida el espíritu de la nada, diciéndonos que el destilado único divino era dios, que lo más puro, lo que es más, es más, que más es mejor. Nos quitaron el poder cualitativo a cambio del poder cuantitativo.

Así también, la planta sagrada, la coca, la destilaron y sacaron de ella su alcaloide más inspirador, la cocaína. Creían que era un espíritu divino, único, como su dios, único, blanco, que eleva, que despierta. Creyeron que aquello cualitativo que habían perdido lo encontrarían refinando todo, que refinar era ser más fino. Refinaron la coca, refinaron la caña, refinaron todo. A todo sacaron su esencia, su espíritu único. Ninguna planta, ningún ser, está compuesto de algo único. Todos y todo es un conjunto de pluralidad y diversidad. Así los médicos sacan las sustancias únicas de las plantas y las convierten en medicinas, con las que creen curar. 

Éste es dios, el único, que es lucifer, supay, tezcatlipoca, el todopoderoso, el gran creador, porque es el destructor, el que destruye a todo prójimo por quedarse sólo él. Porque él quiere ser el único, el bueno, el poderoso, el superior. Sus polvos blancos, atraparon a todo aquel que los probara, sin soltarlo, es la adicción. Así es dios, así es Jesús, el único salvador, el único ser que trascendió, el único hijo de dios. 

En mis tierras sembraron, los hombres blancos, aquellos adictos al dios único, grandes cañaverales, los que usaron para destilar alcohol puro. Así embrutecieron a los pueblos andinos, que al ser inclusivos, no negaron al nuevo dios, lo incluyeron. Pero no vieron que a diferencia de los demás dioses y demás bebidas, ésta los destruiría, porque penetraría en lo más profundo de su espíritu, de sus ceremonias, de su comulgación con sus dioses, así aceptaron al asesino, al único también.

Y este espíritu de lo único, de lo refinado, no había sido único, sino que son varios espíritus que trabajan para su dios único de la muerte. Así la religión del único, el cristianismo, reprimió a los pueblos, diciendo que esto y aquello, como el sexo, era malo, era impuro, y que ellos tenían que ser divinos y puros. Así, una vez reprimidos, necesitaron del alcohol para desinhibirse, para poder sacar sus sentimientos reprimidos, sus manifestaciones impuras, de las cuales, nunca pudieron deshacerse, pues eran y son parte de su plenitud, de su diversidad como seres. De ésta manera trabajan juntos los diablillos, los grandes diablillos que tienen al humano tan drogado y embrutecido, que no es capaz de salvarse. 

Todos han sido engañados, por este espíritu de lo único, de lo refinado, el destilado de la vida y los seres vivos. Todos los que ejercen el poder, son adictos a la cocaína, o alguno de estos espíritus. El planeta y la humanidad están siendo destruidos por este espíritu, el de la cocaína, el del alcohol, el de las religiones patriarcales (cuyo único horizonte es el apocalipsis), por todo aquello que es único, divino porque es superior, porque es más, porque es refinado, porque es mejor.

¿Qué importa la vida? si ya le sacaron su dios.

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