En el universo conocido podemos encontrar dos fuentes desde donde se irradia una
energía de amor, femenina, de belleza, comprensión y compasión.
Son las pléyades y el planeta
venus, que inequívocamente transmiten esta energía de tonos y sutilezas diferentes
a las demás estrellas y planetas. Han servido para inspirar a la humanidad,
para guiarla hacia la fuente de la luz maternal, femenina.
La tierra y la creación han
sido engendradas por esta luz, por esta energía. Su esencia nos transmite que
es la madre de todo lo que existe, que existe inclusive antes que el “padre”,
antes que el hombre, antes que cualquier cosa.
El hombre originario del Abya Yala ha conocido y venerado esta energía, Llámenle los mayas Ixbalamque, Ixmucane, e Ixchel. Es la esencia de la diosa creadora, conocida como la diosa de los tejidos. Estos representan el tejido de la existencia, de todo lo que se conoce, más allá de regir sobre los tejidos que elaboran las mujeres para la vestimenta. Es la energía que vierte el agua, crea y destruye. El agua representa la fertilidad. Sin la fertilidad no hay nada, sin agua no hay vida. Es el agua, la madre, es la Ixbalamque, la que nos vertió el agua de la vida.
En mi visión, el término
pachamama aplica para esta misma esencia, que más allá de la tierra física
donde vivimos, es el plano de existencia del cual brotan todas las
manifestaciones de la creación.
Como una tierra fértil, pero
vacía, fueron las semillas, luego las plantas, y el sol que les alimenta lo que
creció y se nutrió de la fertilidad de esta gran madre. Crecieron y crecieron,
las plantas, también las montañas, las estrellas y los planetas. De la
fertilidad de la madre, nacieron infinidad de seres, de sus pechos se
alimentaron. La fertilidad no era infinita, pero se acercaba. La leche también,
llegó a su fin. Pronto las plantas, los seres, comenzaron y aprendieron a
alimentarse de otras cosas, uno del otro, aprendieron a luchar por el sustento.
Así la competencia se hizo
parte de la naturaleza, parte de la madre. La muerte se hizo parte del ciclo
también, parte de la madre, parte del equilibrio necesario para mantener la
vida. Lo femenino engendró lo masculino. Pronto lo masculino creció, y pronto
se olvidó de lo femenino.
La misma naturaleza permisiva y
fértil de lo femenino, permitió que se engendrara el mal. Fue uno de los hijos
de la madre, el que se olvidó de ella, el que la denigró, el que quiso
eliminarla. Por celos, por envidia, se crearon las trampas del universo, se
creó el mal.
Espiritualmente, lo masculino
tomó fuerza. El sol, se prefirió sobre la luna. En el Abya Yala pasó, pero
donde el mal se apoderó, fue en Europa y la tierra media, en donde se crearon las religiones monoteístas
patriarcales. Así comenzó la caída de lo femenino, y el desequilibrio del
hombre y la mujer.
En las mujeres recae la
posibilidad de cambiar el mundo, de recuperar el equilibrio. Recuperar su
masculinidad perdida, su complemento, dejar de creer que son más débiles, y
hacerse responsables del porvenir.
Hacerse responsable quiere decir dejar de culpar al otro por lo que
sucede, y descubrir que la realidad es el karma dharma inmediato, las cosas se
están pagando al hacer, no se acumula. De la misma manera es responsabilidad del hombre, ascender a un plano aún más elevado que es el plano femenino.
Hay mucho que limpiar. Esta
especialización de la esencia del amor femenino, se manifestó como la diosa que
limpia inmundicias, la tlazolteotl. Se trata de la esencia femenina todo
comprensiva y compasiva. Todo perdona, nada reprime. Es la energía que, siendo
que permite que los seres experimenten en libertad, se encarga de limpiar,
purificar y corregir; perdonar y sanar a los seres que buscan, y necesitan de
esta purificación. Encamina a las almas con una luz más brillante y pura que
todas: El amor.
Es la esencia misma de la
sanación, que en estos tiempos oscuros se ha perdido. La masculinidad y su competitividad,
en sociedad con el experimento lucifer, han confabulado leyes, morales, en donde
se regula y se reprime el acto sexual, la manifestación de amor física. De esta
represión, se desatan todos los males, todas las enfermedades que existen. Porque
el amor es la luz más brillante, y el acto sexual es el acto donde se reproduce
la creación del universo. Es la fuente de la energía, de vitalidad. Reprimirla
es reprimir la energía que nos creó, es reprimir la creación entera.
Esta sanación aún aguarda su
llegada. Perderá el mal al darse cuenta que, la elevación que producirá esta
gran liberación, habrá valido todo lo que se ha guardado y reprimido. Aquí hago
el llamado para el regreso de la tlazolteotl. Para que nombre el tlazocoatzin, el
tlazoteocalpixque. Para que regrese la tlazolteotl a la tierra y comience a
liberar a la humanidad.
Hay mucho que aprender de ella….
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