El mundo moderno nos arranca la capacidad de ser sujetos, somos objetos de su maquinaria de destrucción masiva. La diferencia primordial entre el paradigma moderno, occidental-morfo (aquel que está colapsando por su propia naturaleza decadente) y el paradigma ancestral (aquel que es nuestro futuro, pues es el principio de la vida) es la premisa dicotómica objeto-sujeto. Para el ideal del ser humano moderno (que en realidad no merita el título de humano) todo aquello que existe es únicamente un objeto. Vive en un universo objetivo y material, donde todo aquello que existe es objeto de su inherentemente hedonista deseo, y trata la realidad como un vehículo inanimado (objeto) que le sirve para satisfacer sus necesidades, que no son necesidades vitales, son, en la mayoría, los vicios que requiere para alienarse y abstraerse de la realidad (que no es objetiva por naturaleza). Para este ser, la subjetividad, sus sentimientos, emociones, sueños, son si acaso, estorbos de segundo nivel.