Pocos o ninguno, ningún ídolo, estatuilla, duró la prueba del paso del tiempo sobre el altar. Eventualmente lo quemaron, rompieron, sacaron, enterraron o abandonaron. A alguien foráneo, no le pareció su existencia. Pero no es de extrañarse, las tumbas, el descanso, tampoco es respetado. Si muy antiguo es tu reposo, es objeto de saqueo e investigación arqueológica.
Tanto la ciencia como la religión, nos quieren dar a entender que la idolatría está mal, que adorar una figura, una representación, una esencia, un elemento, un dios (en el caso de la religión, uno que no sea el suyo), está mal.
Si el imperio católico acepta idolatrar ángeles, las franquicias protestantes los estigmatizan, no se puede, está mal. Hay algo de cierto, quiero pensar, que cerrar los ojos y arrodillarse frente a una estatua, no logra nada. Pero ¿cuál es la esencia del ídolo?
Quiero decir, ¿por qué adoramos, creemos, o queremos creer en ellos? Yo tengo illas, estatuillas, figurillas, ídolos también; que alimento, viven en mi altar, hablo con ellas, y ellas hablan conmigo, les doy vida. ¿Está bien? ¿Qué hay detrás?
Cuando éso pregunté, la respuesta fue el amor. Idolatrar es amar, y no está mal. Está mal desequilibrarse, hacer cualquier cosa excesivamente, pero no hacerlo es igual de malo, el exceso es tan malo como la ausencia.
Cuando veo el rostro de una bella mujer, siento que puedo contemplarlo por horas. Siento un deseo de reverenciarla, de elevarla, de adorarla. Quizá es sólo el deseo de divinizar lo mundano. ¿Hay algo de malo en ello?
Reverenciar la tierra, el fuego, el agua, el aire, el sol, la luna, las estrellas, el árbol, el animal, la montaña, el lago, el río, la nube. Todo es tan divino. Vivir sin amarlo, sin hablar de él, sin reproducirlo, sin tallarlo, sin contemplarlo y querer decirle: te amo, te adoro, te ofrezco mi tiempo, mis plegarias, mis versos, mis letras. Es el mismo sentido de las letras, los símbolos, que cargan significados, mensajes, son la comunicación.
Sin ídolos, sin símbolos, sin reproducciones y manifestaciones, no habría vida. ¿Eso quieren? ¿Un espacio blanco, de luz y de pureza que puedan llamar dios, pero donde sólo éso existe? ¿Dónde y cómo puedo manifestar mi amor?
El anhelo de ése dios, de ésa pureza, de ésa ausencia de símbolos, de mensajes, de representaciones, de lenguajes, de misterio, de magia, de diversidad, de pasado, de sombras; es el espíritu mismo de aquello que lo destruye todo, que nos vuelve idólatras de la no idolatría, de la nada, de la vida sin significado, de la singularidad sin pluralidad.
No se puede desconocer e ignorar el pasado y sólo vivir la vida, con dios o con ciencia.
A veces sólo queremos simpleza y es que los ídolos son de madera, se pudren, se queman, se llenan de moho y no los queremos limpiar. No queremos descubrir su verdadero significado, no queremos desempolvarlos, somos flojos, preferimos su ausencia.
Simple sería que fueran pocas las especies, pocos los fenómenos, pocos los minerales, uno el idioma, uno el país, una la galaxia. Pero el universo no es así, no es sencillo, no es minimalista; la naturaleza es compleja y es nuestra tarea entenderla y adorarla para no destruirla.
Despierta tus capacidades, tus potenciales. Mucho has dormido y mucho te han enseñado que aprender, que comprender la diversidad, la complejidad y la inmensidad es tedioso, cansado, que tú no eres capaz.
No procrastines el entendimiento, no delegues el aprendizaje a otros. Expande tu mente, aprende un nuevo idioma toca un nuevo instrumento, domina una nueva ciencia y descubre que la creencia, tu mente, es la que estructura la realidad y no vice versa. Recuerda que la madre de todos los vicios es la pereza.
Y que entonces los símbolos, los medios, los ídolos, son herramientas que nos ayudan a dialogar con lo incognoscible, nos ayudan a orientarnos en la inmensidad del mar de lo que aún no conocemos.
Ten la libertad de conectar aquello que te educaron que es irreconciliable, descubre las conexiones de aquellas cosas que parecen carecer de conexión. Eres tú aquello que le da forma al mundo, eres tú ése poder.
"El deseo de simpleza, austeridad y ausencia de complejidad, es el reflejo de nuestro anhelo de escapar de un mundo que no acabamos de comprender, y que por flojera y mala educación no queremos hacerlo."
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