El cosmos, tanto el visible y medible como el que no podemos ver pero que podemos sentir y compone nuestras almas, está compuesto de una dualidad, fuerzas opuestas de ying y yang que se manifiestan desde diferentes ejes y en la multiplicidad de dimensiones.
Nuestra evolución humana, emocional, psicológica, social, fluye como el agua a través de fluctuaciones, a veces intensas, a veces no tanto, también de ying y yang, construcción y destrucción, vida y muerte, positivo y negativo, alegría y tristeza, placer y dolor.
En una cultura y sociedad dominada por el desequilibrio, es natural que nos oculten y nos hagan ignorar ésta naturaleza dual y fluctuante, y nos quieran hacer pensar que sólo lo positivo es necesario, que sólo sentirse bien es válido, que sólo las experiencias bellas son espirituales.
Un envase de plástico espiritual es fabricado que nos permite sellarnos herméticamente dentro de la ilusión de que la negatividad no existe o no nos toca. Del mismo plástico son todas las prácticas espirituales y religiosas que se hacen populares, el new age, el budismo, etc. En qué sección del envase estés depende de ti, si quieres está la sección no-espiritual, donde es más transparente el plástico y te permite ver hacia afuera, y ver que estás encerrado; o la sección espiritual, que está pintado de blanco y con lindos signos de colores que te dicen: tú eres espiritual, tú eres consciente, por eso estás bien.
Afuera del envase está el universo, y el universo está en expansión. Las almas están en crecimiento, y en el proceso de crecimiento es que ocurre la fluctuación. La fluctuación nos lleva de la luz a la oscuridad. La luz es aquello que vemos y reconocemos, nos hace sentir bien. Es el hogar del amor, de la vida. La oscuridad es el lugar de la muerte, sin la cual no hay vida. La oscuridad es simplemente el espacio donde la luz está iluminando.
Como pioneros de la luz, los humanos nos adentramos en las profundidades de la oscuridad psíquica. Ésa es nuestra naturaleza y nuestro destino. Nuestros antepasados supieron bien legarnos el conocimiento de ésta dualidad, de ésta diversidad, de el hecho de que lo sagrado no se limita a lo bello, lo vivo y lo bonito. Lo sagrado también florece gracias a lo oscuro, lo perverso, la muerte y la destrucción.
Si eliges salir del envase de plástico, seguramente, en algún momento, estarás sintiendo y bañándote de la luz del amor. Pero éste flujo de energía te llevará también a las profundidades de la experiencia. Tú mismo, desde una dimensión exterior (a la del tiempo-espacio), eliges hacerte crecer adentrándote de manera controlada dentro de experiencias negativas, que causan dolor, que te inician a conocer las profundidades del infierno que también está aquí.
Adentrarte en ellas te hará fuerte. Te enseñarán a regresar a la luz, a llenarlas de amor, a conectar los dos polos. El arquetipo de nuestra dominación-adoctrinamiento nos dirá que hay que evitar éstas experiencias, que son negativas. De igual manera nos ocurrirán, y aquí el arquetipo se encargará de mantenernos en ésa vibración negativa, no pudiendo reconectarla con la luz. Así nos va reduciendo la vibración, llevando nuestra frecuencia a un nivel más bajo. El trauma es la base de la educación moderna, así nos enseñaron a aprender, y si no superamos el arquetipo, nos quedaremos en ése nivel, y por ello elegiremos ingresar al envase de plástico, para aislarlos de dicha profundidad de donde no hemos querido salir.
Si logras conectar con el verdadero espíritu de la evolución humana, el wirakocha, el quetzalcóatl, te guiará a superar tu trauma de la experiencia negativa, a integrarla, a reconocerla como divina. No a negarla, estigmatizarla, rechazarla y evitarla. Aquí podrás ver que estás aprendiendo. Aquí verás que habrás hecho la expansión. Si no la haces, la lección se repetirá, o podrás optar también por evitar cualquier experiencia, por tiempo limitado, estará disponible el envase.